Estimados compañeros de utopías:
Ante todo, queremos agradecer a los que compartieron con nosotros el Taller que dictaron, el pasado viernes 23 de octubre en La Luciérnaga, los docentes de la escuela "Héctor Valdivieso" de Malvinas Argentinas y a todos los que nos acompañan en este desafío de hacer algo más por la educación de los chicos en contextos de pobreza.
Por eso, es que hemos pensado -por iniciativa surgida de ese taller- seguir transitando este camino junto a ustedes y a todos los que se quieran sumar, autocapacitándonos a partir de la lectura de algunos textos que sirvan de disparadores para la reflexión, el debate y la discusión.
El primero de estos encuentros lo hemos fijado para el lunes 30 de noviembre a las 19:30 en el local de nuestra institución (Avda San Martín 540).
Ese día:
- Programaremos nuestros próximos encuentros (uno por mes)
- Elegiremos el próximo texto o libro a compartir.
- Fijaremos la duración de los encuentros, porque la idea es que participemos todos los que estamos dispuestos, en la organización de este recorrido.
Los esperamos y les pedimos que hagan extensiva esta invitación a quienes consideren pueda interesarles sumarse a esta iniciativa. LAS UTOPÍAS NO SE ALCANZAN... SE PERSIGUEN.
Un saludo afectuoso y esperanzador.
Equipo de trabajo
La Luciérnaga
Río Tercero
LA POBREZA, EL PODER Y LA CONCIENCIA…
Thelma Martínez
ECLESALIA, 24/09/09.-
La pobreza se nos mete en las venas… nos enferma y nos denigra. Nos oprime desde dentro y nos oprime desde fuera. Aunque, cuando nos oprime desde fuera, es más llevadera.
Cuando la pobreza se nos mete en la cabeza, en los pies, en las manos, en la mirada y en el corazón, nos nubla la conciencia. Nos hace sentir menos y nos pone al frente del más dañino de todos los espejos: los demás en comparación con nosotros, los pobres…
Entonces viene el poder a terminar de arruinarlo todo…
Y los pobres nos acercamos al que puede más porque esperamos que nos dé algo de lo mucho que tiene: su dinero, su influencia, su prestigio, su inteligencia, su belleza, o, simplemente, su cariño y preferencia. Y los pobres nos alzamos así al poder sobre nuestros semejantes, los otros pobres con los cuales, sin querer, también competimos. Los que se quedan abajo, se quedan tristes… deseando estar en el lugar que ocupamos los de arriba, los preferidos del jefe…
Y si la pobreza se nos mete en la cabeza, no valen los títulos universitarios que saquemos para “mejorar en la vida”, o los bienes personales ni las riquezas que después logremos (si las llegamos a tener). Porque siempre nos vamos a estar pensando como pobres… siempre nos vamos a creer menos que los demás… siempre vamos a estar compitiendo con aquellos que están cerca del poder. Siempre estaremos pensando en función de lo que no tenemos y quisiéramos tener… o, si llegamos al poder o al “éxito”, nos vamos a olvidar de lo que una vez no tuvimos… de lo que fuimos: pobres. Porque sentiremos vergüenza del recuerdo…
Si se nos mete en los pies, la pobreza nos hace haraganas… y miedosas… Y aprendemos a caminar detrás de los pasos de aquellos a quienes consideramos mejores… y nos detenemos con cada nuevo obstáculo. Y damos pasos de hormiga en aquellos lugares anchos, donde podríamos correr y hasta volar, porque no nos terminamos de creer que estamos ahí precisamente para correr o para volar. Y si no nos mete miedo la pobreza en los pies, nos hace mañosos… porque entonces buscamos siempre cómo aventajar al que viene detrás de nosotras, correr despacio, en zig-zag, nunca de frente, buscando cómo ponernos en lugares donde saquemos ventaja, donde nos arrimemos al poder y al bienestar, aunque eso signifique hacerle trampa a los otros. Pero… “tenemos que sobrevivir”, y aquí se trata de la ley del más fuerte…
Cuando la pobreza se nos mete en las manos, nos ata… Nos amarra y nos desfigura las manos. Nos inutiliza. Porque pensamos que es poco o nada lo que somos capaces de hacer. O nos hace sirvientas de las personas que ostentan poder, dinero o influencias. Nos volvemos serviles e intentamos contentar todo el tiempo a quien está en un “rango” superior al nuestro. Porque tenemos miedo que nos quiten el trabajo… ese trabajo que nos da de comer todos los días (si es que lo tenemos). Así, sin querer y sin que nos demos cuenta, la pobreza nos hace mendigas… y nuestras manos atadas se liberan sólo para ser extendidas para pedir… dinero, favores, privilegios, cariño, aprobación y compasión.
Si se nos mete en los ojos, la pobreza nos hace ciegas. No sabemos vernos por dentro, ni descubrir nuestras capacidades, oportunidades y espíritu de lucha. Sólo vemos lo que NO tenemos… y lo comparamos con lo mucho que otros tienen. Nos entra la tristeza… y la rabia. Y tampoco miramos a nuestro alrededor. No nos damos cuenta de que hay otras personas que están en peores condiciones y que, tal vez, podrían necesitar de nuestra solidaridad. Miramos con desconfianza, con la mirada turbia porque pensamos mal de los demás… porque en el fondo también pensamos mal de nosotros mismos.
Pero cuando nos conquista el corazón, estamos liquidadas… porque la pobreza conquista nuestras ganas. Y lo peor de todo, nos hace amarla, desearla y buscarla. Es una contradicción tremenda: por un lado, no queremos la pobreza porque nos hace sufrir. Por otro, amamos sentirnos víctimas… pobres, limitadas, excluidas. Y le echamos la culpa a los ricos del mundo, a los que tienen poder, a los que son “mejores” que nosotros, los pobres Pobres…
Y si la pobreza nos llega al corazón, nos nubla la conciencia. Ya ni siquiera somos capaces de decir quién somos… ni de dónde venimos, ni sabemos hacia dónde vamos. La sociedad no nos importa, porque ella misma tiene la culpa de que seamos pobres. Y los ricos nos pisotean sin que nosotros nos demos cuenta, o si nos damos cuenta, no protestamos, pues no hay nada qué hacer… Y los otros pobres son nuestros iguales hasta que nos hacen competencia y se quieren meter en nuestro camino y quitarnos las migajas a las cuales, por ser más pobres, tenemos derecho. Y si el sistema nos oprime no opinamos, y si opinamos y luchamos es porque los líderes nos lo dicen. Y así se nos pasa la vida diciéndonos que somos pobres, y que no es justo, y que pobrecitos nosotros que somos pobres, y que quiero quedar bien con el patrón, la jefa y los dueños. Pero también pisoteo a los otros pobres que están debajo de mí… Cuando la pobreza se nos mete en la conciencia, ni siquiera nos damos cuenta de fuimos nosotras mismas quienes entregamos nuestra propia dignidad, a cambio de un “bienestar”, y nos volvimos objeto de uso y de consumo de quienes ostentan un poder opresor.
Y todo esto, sin darnos cuenta… porque no fuimos capaces de despertarnos la conciencia.
Al final, pienso que el problema no es pasar hambre o angustia por las deudas… El problema es quedarse siempre en el hambre y en la angustia, y aprender a estirar la mano para pedir clemencia a los que tienen o pueden más… o no creer que pueda caminar con la misma dignidad que mi jefa, aunque no ande una ropa tan buena o mi porte no sea “distinguido”… El problema es creer que su dignidad depende de su cargo, de su dinero, de su preparación profesional, de su apellido o de su distinción… y no de su ser PERSONA… tan digna y tan semejante a mí… y a todos los seres humanos de este mundo.
El problema es el miedo que nos oprime… porque con ese mismo miedo nos volvemos opresoras y reproductoras de pobreza…
El problema es que ni siquiera tenemos conciencia de que la humanidad no podemos dividirla más por los “estratos sociales”… porque esa división no fue pensada por el Creador. Y porque este es un pensamiento absurdo… ilógico. Basta vernos unos frente a otros, y darnos cuenta de que somos hechos con la misma materia…
El problema no es ser pobre… sino que la pobreza se nos meta en las venas y nos envenene la sangre, y nos haga seres inferiores (porque nos vivimos comparando con los demás).
La pobreza no está sólo en la casa… en la cartera vacía ni en el fogón apagado porque no hay nada para cocinar. La pobreza está en el alma humana… en la mendicidad de nuestras relaciones y en la mezquindad de nuestros deseos.
Los pobres no sólo somos los que no tenemos dinero…
Los pobres somos los que no nos creemos gente.
Hasta que dejemos de pensar como pobres… entonces seremos, por fin, seres libres. Y ningún sistema nos podrá aplastar, porque la liberación la llevaremos por dentro, y se nos saldrá por los poros en cada uno de nuestros actos. En ese momento ya no nos pensaremos como ricos o pobres, sino simplemente, como seres humanos… Sólo entonces tendremos las agallas para ponernos de pie y enfrentar a este sistema opresor… y decir un “basta” a la injusticia. Sólo entonces tomaremos conciencia de nuestra igualdad, y nos uniremos entre todos los seres humanos, pobres y ricos, que queramos luchar por un mundo justo. Un mundo donde no haya espacio para las diferencias, porque son ilógicas… inhumanas e incivilizadas.
Cuando seamos libres desde dentro, nos liberaremos también desde afuera.
Y la pobreza habrá salido ya de nuestras cabezas, pies, manos, miradas, corazón y conciencia… y todas las personas tendremos el mismo poder creador…
Ese poder libertador que nos fue entregado desde el inicio de la historia de la humanidad.
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“EDUCAMOS PARA LA POBREZA…”
Thelma Martínez
“No hay para qué cansarnos en querer comprender la hermosura de este castillo… basta decir Su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima” (I M 1, 1)
“En vuestras manos están los más caros intereses; el porvenir de las familias, de la patria, de la sociedad, de la fe; porque el porvenir es de esos niños a quienes educáis, SON LOS REPRESENTANTES ÚNICOS DE LAS GENERACIONES VENIDERAS” (Enrique de Ossó) (pg. 747, tomo II)
“¿Cuál futuro?” Me preguntó un día aquel chavalo cansado de tanto aguantar… Estudiante de un colegio que “opta por la persona”, “sujeto de encuentro… transformadores sociales”…
¿Transformadores sociales? O reproductores de pobreza… eslabones de una cadena que no se romperá fácilmente…
“Les educamos para obedecer y para trabajar en una maquila, o de obrero, o dependiente de un local, o…” “¿Cuál futuro?” me vuelve a resonar la pregunta aumentada por la lupa con la que observamos nuestra realidad.
¿El futuro de qué?... el de quién?
Mejorar la calidad de vida humana… abrir las mentes, reconocer la dignidad caída… ¡LIBERTAD! ¿para quienes? Abrir mentes… ¿cómo, si no les dejamos opinar, o disentir? ¿Cómo, si tenemos tanto miedo de equivocarnos y por ello, de perder nuestro trabajo, el sustento diario de nuestras mesas?. Controlar… obedecer aunque no me parezca bien dentro de mi conciencia… hacer lo que me dicen que debo hacer, aunque a veces tampoco lo entiendo. Tal vez no lo entiendo porque yo tampoco sé de qué me están hablando…
Y toco mi propia pobreza y la callo ante mis jefas… para que no sepan que no sé. Porque si no sé no sirvo para el puesto. Tengo que probar lo que no sé. Para conservar el trabajo y llevar el pan a mi mesa.
Callar y obedecer. Y no hacer tantas preguntas que cuestionen la vida, porque no importan las respuestas cuando la angustia del próximo día no me deja dormir.
No hay preguntas ni perspectivas de futuro… “porvenir”…
Sólo la realidad de un pan que no llega a mi mesa.
De un trabajo que necesito.
De otros seres humanos que no puedo ayudar, porque, yo también soy pobre.
Y si mi mente no se abre, ¿cómo pretendo abrir otras puertas? Cuando se piensa en el pan… en la enfermedad y en la ropa que ya no sirve para ir a trabajar… cuando me cortan la luz y las deudas me acechan como fieras en medio de la noche… ¿puedo pensar en “educar para la libertad”? ¿Puedo pensar en romper este círculo de pobreza que a mí me atrapa todos los días?
Tal vez quienes tengan grandes ideas tienen el estómago lleno… y el beneficio de ciertas seguridades con las que la mayoría no contamos. No los culpo… tal vez esa gente tenga más razón que mi estómago enfermo de comer lo mismo y de desear más… Tal vez haya educadores con más tiempo para pensar, para reflexionar y buscar caminos nuevos… y está muy bien que los haya…
Algunas veces puede que yo también lo piense… y desee por dentro unirme a estos intentos.
Pero no tengo tiempo de pensar más cuando la prisa me corre las venas porque mañana me vienen a cobrar… necesito el pago de miseria que me gano con tanto esfuerzo. No tengo tiempo para pensar en más… y cuando lo llego a pensar… me colman las nostalgias de todo lo que yo quisiera ser y poder.
Pero en mis manos está “el porvenir” de una maquila… de un banco que tendrá cajeros eficientes… de un contratista con obreros fuertes…
O tal vez… sólo tal vez… pueda tener en mi aula de clase algún milagro que llegue a crecer con mayor amplitud y rompa un poco, para sí, este círculo que nos envuelve con el “no podemos más”.
Tal vez, pese al hambre y a la terrible necesidad… yo también pudiera volar un poco algunas veces… y abrir mis espacios interiores para crecer en humanidad… y el conocimiento me trajera nuevas ideas y horizontes grandes. Y lograra despertar a quienes se me han confiado.
Y con ellos y ellas, pudiera descubrir lo que es realmente la DIGNIDAD… y el FUTURO… y el poder que llevo en mis manos, en mi mirada, en mi voz que se alza con fuerza cada mañana, cuando soy yo el único referente humano de esa pequeña gente que atiende a mi clase y que no sabe lo que será mañana. Tal vez yo sea su espejo… y su pista de lanzamiento hacia mundos nuevos, aún no descubiertos… el futuro…
Más que un “buen salario” y una “posición social”… ¿no será, el futuro, vivir con mayor calidad? ¿No será creer en lo que soy capaz? ¿No será tratar a la gente reconociendo su “gran dignidad”? ¿No será la simple, llana y sincera SOLIDARIDAD? Si así fuera el mundo, tal vez no tendríamos que soñar el porvenir desde una cuenta de banco y una casa grande… sino desde nuestro ser de Humanos: grandes, LIBRES, dignos… Si así soñáramos el futuro, no tendríamos “ para qué cansarnos en querer comprender la hermosura de este castillo… porque basta decir Su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima”… y todos nuestros esfuerzos se concentrarían en creernos esto.
Educar para ser libres… y reconocernos mutuamente esta DIGNIDAD…
¿Es posible desde mis ganas y mi cruda realidad? ¿Es posible desde mi cheque mensual que espero con tanta ansiedad? Creer que soy capaz de gestar el cambio en “las generaciones venideras”…
¿Soy yo, entonces, capaz de romper este círculo que también a mí me envuelve?
Me lo pregunto… y tal vez no quiera encontrar hoy la respuesta.
Mañana tengo que pagar la cuenta de la venta.
Y aparentar ante mis jefas que todo está bien, bajo control.
Enseñaré a mis alumnos a procurar el pan nuestro de cada día… tal vez piense un poco en este asunto de la Libertad. Y oculte mis deseos dentro la oscuridad de mis noches, cuando nadie me ve a los ojos y no saben lo que tal vez sueño.
Quisiera educar para ser libre y no para ser más pobres. Pero no sé cómo hacerlo, ni dónde…
26 de marzo de 2009
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“EDUCAR PARA LA LIBERTAD:
¿un sueño o una peligrosa posibilidad?”
Thelma Martínez
Quisiera lanzar esta pregunta por los aires… y ver cómo llega al piso. ¿Habrá alguien que recoja algún trozo de respuesta?
Todos los días me pregunto con mayor fuerza si la libertad es cierta… POSIBLE… Y si, verdaderamente, podemos educar para la libertad.
Y, ¿quiénes pueden “enseñar” libertad?
¿Quién “educa” a otros seres humanos, quién les muestra su caudal de libertad?
Sólo una persona libre.
Y esa, ¿dónde está?
Tal vez nadie sea libre del todo… porque la libertad es en sí misma un camino que se conquista en lo cotidiano, a lo largo de los años que nos toque vivir. Pero en ese camino de auto-liberación, ¿es posible “contagiar” la libertad?
Yo todos los días me lo pregunto.
Me lo pregunto desde mi propia lucha y mi propio camino de liberación. Me lo pregunto desde mi “rango” de “jefa”, y desde mi continuo cuestionamiento hacia las personas que tienen un cargo de autoridad. Me lo pregunto desde el mundo de las relaciones “circulares” que quisiera vivir, que contrasta con este mundo “real” de jerarquías.
Me lo pregunto cuando le doy la palabra a la gente para que exprese lo que piensa… porque “le dí la palabra…”, como si yo fuera dueña de su hablar… y tuviera control sobre las opiniones ajenas.
Me lo pregunto cuando veo tanta doblez en torno a mí… tanta apariencia de que todo está bien para que yo esté contenta… tanto miedo solapado y tantas palabras bien colocadas para “hacer un sesgo” a favor de las intenciones de mis interlocutores…
Me lo pregunto cuando un alumno es capaz de cuestionar y es callado por “malcriado”… altanero e irrespetuoso.
He pasado muchas horas desde hace meses sentada frente a una computadora escribiendo sueños… utopías y bonitos deseos “comunes” de mi escuela. MI en sentido de “pertenencia a”, no de posesión… Pero me pregunto si lo que escribo, lo que busco y lo que sueño son sólo MIS sueños, en sentido de propiedad. Me pregunto si un modelo “circular” y “dialógico” son los deseos de mi gente… y de mis autoridades… Me pregunto incluso si es POSIBLE…
La famosa “libertad”. Es mi sueño de humanidad.
Sé que no sólo es mi sueño… sino el de muchas personas en mundo opresivo y oprimido. Pero tal vez sólo sea esto: un sueño… Un peligroso sueño, del que debamos hacer despertar a aquellos que se atrevan a soñarle, porque… no vaya a hacerse realidad.
Seres libres y pensantes… protagonistas de sus propias vidas. Felices de vivir sin miedo. Amando… buscando… luchando… llenando de sentido cada una de sus horas e intentos.
Este es “nuestro” sueño.
Subversivo…
Peligroso…
Porque si se hace realidad, tendremos con nosotras personas que cuestionen, que propongan, que disientan, que busquen, que incomoden, que pregunten, que reclamen y que aprendan por sí mismas las cosas… En vez de pequeños robots humanos tendremos diseñadores, creadores, poetas, guerrilleros y librepensantes. Nuestra “autoridad” será siempre cuestionada y puesta a prueba: o es para SERVIR o no sirve para mandar… ni para nada.
Si este sueño se hace realidad… tal vez alguna gente no me vea con un letrero de “jefa” en mi frente, sino con mi nombre de gente… Y tal vez no tengan miedo de mis alegrías, inquietudes, deseos, enojos y miedos. Y no se condicionen por lo que yo digo o pienso. Sino que, junto conmigo, piensen, busquen, sueñen, rían, lloren y peleen…
La libertad es peligrosa porque atenta contra los sistemas de poder. Yo tengo poder. Mejor que no hayan seres libres a mi lado… porque podrían cuestionar mis métodos de ejercer la autoridad.
Pero si yo me convierto en una persona libre… ya no me voy a ver subida en una torre desde la cual lo controle todo… Me podré bajar tranquilamente a la arena donde se juega la vida de cada día, donde se corre, donde se trabaja con afán, donde se hacen búsquedas conjuntas y errores colectivos.
Si yo me convierto en un ser libre… no tendré el poder de liberar a otros, porque cada quien se libera a sí mismo, pero tendré el poder de no detener mis intentos por el miedo a lo que vayan a pensar. Tendré el poder de contagiar sentido, inquietud, alegría, deseos… Tendré el poder de amar con gozo y de llorar sin vergüenza. Y podré equivocarme mil veces aprendiendo siempre algo nuevo.
Si me convierto en un ser libre… tal vez… digo TAL VEZ, podría contagiar en otros el deseo de la LIBERTAD. Y si esto llegara a pasarme… habré tocado el más caro de todos mis sueños.
25 de septiembre 2009
Comentario de la autora:
"Educamos para la pobreza", lo escribí después de un día de trabajo con Martha e Ivette. Ese día Martha cayó en la cuenta de que en nuestro sistema escolar estamos reproduciendo la pobreza, la opresión. Para controlar la disciplina nos hemos convertido en opresoras, sin querer... Y los maestros se justifican siempre diciendo que son pobres. Después, al escribir "La pobreza, el poder y la conciencia" pude formular mejor este sistema de pensamiento de nuestros maestros y gente. Cuando vine al colegio lo que me chocó más fue el "no podemos porque somos pobres" dicho en todos lados.
Otro texto: "Educar para la libertad" Se lo voy a entregar a cada una de las profesoras que conforman el equipo de dirección. Es lo que vivimos realmente. Mi amiga Ivette ha tenido mucho que ver en lo escrito. Ya se lo compartí a ella y lo entendió profundamente. Ya ves, hacer un proyecto educativo implica rupturas en la forma de pensar y de vivir. Aún a mis propias compares de equipo de dirección les cuesta esto. Todas me ven como la jefa... excepto quien es amiga mía. Pero en el fondo quisiera que no sólo mis amigas me vieran así, sino todas...
Thelma
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